Hay palabras y expresiones que se ponen de moda. Por ejemplo, tóxico o tóxica. Si bien originalmente se asociaba con un veneno o brebaje que no debemos tomar, en los últimos años también se usa como sinónimo de personas dañinas por su forma de interactuar con los demás. La exageración propia del humor ha llevado a que el término se emplee para referirnos a parejas exageradamente celosas y desconfiadas, sin embargo, vamos a quedarnos con la primera definición.
A una persona se le considera tóxica si, en general, es perjudicial, no aporta, te roba energía o saca lo peor de mí. Hay algunas personas mayormente tóxicas, pero seguramente todos podemos ponernos tóxicos en algún momento o ante algunos detonantes. La idea es saber reconocerlo y actuar para mejorar.
Normalmente leemos este tipo de contenidos para confirmar que tal o cual persona es tóxica, pero ¿y si el tóxico soy yo? Las personas tóxicas o con temporadas tóxicas suelen reconocerse por: ser egocéntricas, pesimistas, ir de víctimas, no mostrar empatía, envidiar, ser infelices y no celebrar ni alegrarse por los demás.
Todas estas conductas parten de un narcisismo elevado, es decir, un posible trastorno de la personalidad que se caracteriza por un patrón de larga duración de grandiosidad (exageración de logros y talentos), una constante necesidad de admiración y, por lo general, una falta total de empatía hacia los demás. La mayoría de las personas con este tipo de trastorno no buscan tratamiento. De hecho, las personas con trastornos de la personalidad, en general, no suelen buscar ningún tipo de ayuda hasta que la enfermedad comienza a interferir de manera significativa su vida personal.
En consecuencia y como conclusión debemos estar muy pendientes si repetidamente o diferentes personas nos empiezan a decir tóxic@. Además de ofendernos y, eventualmente sentir dolor, nos podrían estar arrojando un salvavidas.
Redactado a partir de contenidos de los sitios "La mente es maravillosa", "ABC Bienestar" y "Psicología y mente".
Comentarios
Publicar un comentario